"A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer, que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe." Robert Walser

martes, 16 de julio de 2013

Con permiso de Unamuno y Jaspers


Hace tanta soledad que las palabras se suicidan
Alejandra Pizarnik

            Escribía Miguel de Unamuno: "Si la conciencia no es nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces no hay nada más execrable que la existencia". No fuimos antes de nacer y no volveremos a ser después de muertos. “Eso es lo racional”, añadiría el filósofo bilbaíno; sin embargo, lo racional ha provocado miedo, tanto como la expectativa del vacío es capaz de aterrar a un ser humano consciente de su finitud.

Porque tanto la desazón ante la irreversibilidad de la muerte, como el gozo de la existencia desde la certeza de su absurdo, se asimila en vida. Hermann Hesse reflexionaba: “La vida no tiene sentido, es cruel necia y a pesar de todo maravillosa (…) Tenemos que aceptar la crueldad de la vida y la necesidad de la muerte, no con lamentos, sino saboreando esta desesperación”. Sin embargo, multitudes han sucumbido al hechizo contrario y no han logrado soportarla. Para el cineasta alemán, Volker Schlöndorff, la vida se compone de tres tiempos: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro; el recuerdo, la observación y la espera. En ocasiones falla uno y en ocasiones varios, cuando no todos.

Hay quien sufre complejo, en plural o en singular. Quien se abandona a la soledad a pesar de que, como recita Alejandra Pizarnik, “de allí no se vuelve”. Quien, como Diane Arbus, se vence por la angustia. También hay quien sucumbe al paso de los años, y con ellos, advierte Léo Ferré, “no se ama más”. Quien se ha alejado lo suficiente de los hombres, como Nietzsche al abrazar a su caballo; o quien ya no alberga esperanzas, como Béla Tarr: “Todo se ha venido abajo y todo se ha envilecido”.

Titulo Con permiso de Unamuno y Jaspers porque habría sido sencillo hacerlo Del sentimiento trágico de la vida, frase que inexplicablemente rondaba mi mente pero que ya da nombre a la gran obra filosófica del autor de 'Niebla'. De la misma manera que no hubiera sido difícil encabezar este escrito con un categórico Lo trágico, pero entonces pervertiría la obra del pensador alemán Karl Jaspers. Y mis pretensiones no llegan hoy tan lejos.

Ahora sólo he querido dar cuenta de un sentimiento compartido por los artistas que me rodean en los últimos tiempos. Todos, desde su rincón particular, han mostrado sensibilidad en torno a este concepto teatral más antiguo que Platón, la tragedia, y lo desafortunado que puede resultar el peso de la existencia. “La vida está llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa”, se lamenta Woody Allen. “Quizá no amemos lo suficiente la vida”, responde Albert Camus. Quizá.

Violeta Parra compuso ‘Gracias a la vida’, considerada la mejor canción en español del siglo XX, un año antes de disparar contra sí misma. La exitosa dramaturga Sarah Kane ajustó más su despedida, ya que ‘Psicosis: 448’ fue publicada días antes de ahorcarse con los cordones de los zapatos. Previamente había intentado matarse ingiriendo dos centenares de pastillas, pero fue socorrida a tiempo. 

No fue un adiós sino un comienzo el camino que inició el cineasta Juan Luis Torres Leiva en 2002 con 'Confesiones de un caballo suicida', su ópera prima. En ella, un corto de 12 minutos, el director chileno, a la espera de conocer si será también un artista trágico, recopiló las reflexiones de algunas de las personas citadas aquí. Con él, que contribuyó a abrirme las puertas del resto, me despido: 

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