"A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer, que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe." Robert Walser

sábado, 12 de julio de 2014

'El cuaderno gris', de Josep Pla



    Josep Pla falleció el Día del Libro de 1981. No es de extrañar que la Providencia eligiera un 23 de abril para un hombre cuyos escritos ocupan en torno a cuarenta volúmenes y más de veinticinco mil páginas. El 8 de marzo de 1918, día de su veintiún cumpleaños, inició la redacción de tan magna obra con un dietario al que tituló El cuaderno gris, una crónica que se prolongó hasta el 15 de noviembre de 1919, fecha en que marchó a París como corresponsal de La Publicidad. Escrito originalmente en catalán, el libro vio la luz décadas después, en 1966, cuando Pla ya era un reconocido hombre de letras. No tardó en traducirse a numerosos idiomas (alemán, portugués o francés, entre otros), pero recientemente ha sido adaptado al inglés y en Nueva York hablan de "revelación".

No hay un solo párrafo anodino en las 841 páginas de las que consta la excelente edición que elaboró Destino en 2012, pulida de errores y faltas. Allí no hay historia ni personajes ficticios; se trata de la peripecia de un joven de Palafrugell que llega al periodismo disgustado con el Derecho. Sin embargo, afirmar esto es apenas decir nada: El cuaderno gris es uno de tantos ejemplos en los que el qué se pliega al cómo.

El autor reflexiona sentado, sagaz observador del mundo; mientras que el lector lee paseando, mecido por la prosa fina y elocuente de Pla. Su ingenio reverdece la mirada, incluso en domingo –lástima no haber alargado su lectura hasta ese domingo de treinta y un días que es agosto. Ha estado conmigo ocho meses, de diciembre a julio, es decir, durante las cuatro estaciones, y siempre ha dado la sensación de ser primavera, una guirnalda de mayo.

Inevitablemente, ha de leerse despacio; por su condición de dietario, por su dilatada extensión y porque el grafómano ampurdanés se detiene y piensa, para y siente, obligando al lector a realizar un ejercicio en contra del signo de los tiempos. Hacia el final de su vida, concedió una entrevista para el programa de TVE A fondo en la que afirmó: “Soy partidario del regreso”. Seis décadas separaban el libro y su única aparición en televisión, sin embargo, el escritor mantenía intacta una noción esencial: el balance, el recuerdo, el pasado, no son viables si no se regresa.    

Los años entornaron los grandes ojos pardos que Pla lució en su juventud y fueron rasgándose hasta que, ya anciano, el brillo y la picardía mantenían intacta la viveza de un rostro octogenario. En su encuentro con Joaquín Soler Serrano en 1977 su mirada ya relucía así. La naturaleza le dotó de un filtro propio (a él, que había reconocido la personalidad de los grandes hombres del siglo en su mirada distintiva), de dos finas ventanas con las que describió la vida de forma original y honesta: "El secreto de la felicidad es no envidiar nunca nada a nadie". Gracias, maestro.

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