"A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer, que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe." Robert Walser

sábado, 18 de junio de 2016

Noche y nocturnidad

              “… la noche sosegada
              en par de los levantes de la aurora,
              la música callada,
              la soledad sonora,
              la cena que recrea y enamora”.

         San Juan de la Cruz, Cántico espiritual


Decía Brassaï, el autor de la imagen que sirve de fondo al blog, que la noche sugiere, no enseña: "Libera en nosotros fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón", añadió. El fotógrafo húngaro, profundo conocedor de las horas veladas, fundamentalmente de las parisinas, afinó al describir las sensaciones que la noche genera en nuestro interior. Ahora bien, ¿la nocturnidad se limita a la noche o podría habitar en otros espacios y adentrarse en las horas de luz? 



   Pensemos en Charlotte, la fotógrafa y recién graduada en Filosofía a la que da vida Scarlett Johansson en Lost in translation. Durante el día, la vida de la joven es una recreación de las experiencias nocturnas que comparte con Bob Harris, el personaje de Bill Murray. Al mismo tiempo, podemos percibir en ella el deseo impaciente y callado de ver qué novedades vendrán con el crepúsculo. No obstante, el día es largo y Charlotte pasa el tiempo alimentando su curiosidad con la visita a un templo cercano, observando ensimismada la inmensidad de Tokio desde la ventana de su hotel y oyendo audios que prometen ayudarla a encontrarse a sí misma. Sean las que sean las fuerzas que la dominan durante el día, no son las potencias propias de la vigilia: el principio de no contradicción, la lógica o los automatismos rutinarios. Charlotte divaga, se ensueña, reflexiona y rememora, rasgos próximos a lo que Javier Roiz, catedrático de Teoría política de la Universidad Complutense, llamó letargia*.  

   En la obra de Sofia Coppola, los personajes separan uno y otro horizonte gracias al sueño. Sin embargo, hay un realizador noruego, Joachim Trier, en cuyas películas se produce una fértil continuidad entre la noche y el día. 


Devin Druid, Conrad en Louder than bombs
   En Oslo, 31. August, Anders vive una noche de celebración con sus allegados, festejo que continúa durante el amanecer y la primera hora de la mañana sin perder el poso de la noche. En una secuencia de mayor intimidad, pero que sigue las mismas pautas, Conrad, el hijo menor en Louder than bombs, se encuentra de forma fortuita con la muchacha que le gusta, y pasean juntos hasta que llega el alba: ella entra en su casa y Conrad, con una luz pálida en el rostro, se despide y vuelve caminando a la suya. Probablemente, ha sido su primera noche de amor; la de Anders fue la última. No por casualidad, en las dos escenas se cultiva la figura del espectador: el protagonista de Oslo, 31. August es incapaz de participar de la algarabía de sus amigos y el adolescente de Louder than bombs no ha recibido de su amada más que la promesa de volver a verse. 

   Lo interesante es que, al igual que Charlotte en Lost in translation, con la aurora no se extingue la nocturnidad de los personajes. A lo más, se incrementa su impresión de ser espectadores; al fin, la nocturnidad es una facultad propia del espectador

   Son tres ejemplos cinematográficos (podríamos citar otros: In the mood for love, Vendredi soir, Oh boy Midnight in Paris) que afirman la nocturnidad, al tiempo que nos muestran que es un propiedad relacionada con la noche no porque agote en ella sus posibilidades, sino porque es durante la misma cuando se ve favorecida su presencia. De la misma forma, una naranja presta su nombre a calabazas y zanahorias; el color naranja existe al margen de ella. 

   
Eleni Karaindrou
Es por ello que hay más nocturnidad en la BWV 849 del Clave bien temperado de Johann Sebastian Bach, en las músicas de Eleni Karaindrou, e incluso en el abrazo con la realidad de Robert Walser que culmina El paseo**, que en la mayor parte de los Nocturnos de Frédéric Chopin. No basta con evocar el lapso de la jornada en el que no hay luz solar, la nocturnidad requiere ser expresada en el lenguaje de los recuerdos, de la intimidad, del silencio


   En opinión de quien escribe, uno de los instantes en que con mayor verdad se expresó la nocturnidad fue en la secuencia del autobús de La eternidad y un día, la obra de Theodoros Angelopoulos, en la que los dos protagonistas se enfrentan, siempre con la música al fondo, con las tres claves del cine del director griego, expresadas por voz de uno de sus personajes en La mirada de Ulises: la nostalgia, el viaje y la duda; no en vano, tres elementos relacionados con la nocturnidad. 

   La nocturnidad, en fin, es un refugio frente a los imperativos de la vigilia, un lugar en el que somos hechizados por la cadencia reposada del ánimo. Lo sabía Jorge Guillén, que escribió un poema titulado Último repliegue en el que hablaba de la soledad del ser, "en rumbo hacia los nocturnos interiores"; lo sabía Fernando Pessoa cuando afirmó que Bernardo Soares, el heterónimo con el que firmó el Libro del desasosiego, "aparece siempre que estoy cansado o soñoliento, cuando tengo un poco suspensas las cualidades del raciocinio y de inhibición"; lo sabía San Juan de la Cruz, pidiendo a nuestra cena que recree y enamore. 


Anders Danielsen e Ingrid Olava en Oslo, 31. August

* Es innegable que mis reflexiones sobre la nocturnidad parten de las de Roiz, mi maestro en la Facultad, sobre la letargia -recomiendo a todos los interesados la lectura de su libro El mundo interno y la política-. Sin embargo, la letargia que teoriza Roiz es un fenómeno relacionado con el gobierno democrático del individuo y que pretende -y, a mi juicio, logra- enfrentar la rigidez de las Ciencias sociales mostrara que el ser humano, desde que Sigmund Freud lo proclamara, es un ser dotado de foro interno, espacio en el que no rigen las potencias vigilantes. Mi pretensión, notablemente menos audaz, es plantear que la nocturnidad es una experiencia (quién sabe si del espíritu, del ánimo, del inconsciente, del intelecto o del foro interno) que lleva a quien la vive a la introspección, la búsqueda, la reflexión, la expectación, la ensoñación, el encuentro o la aproximación, y siempre de la mano de sensaciones tenues, amables, benéficas e inspiradoras.

** El escritor suizo, que relataba una de sus largas caminatas, escribió: 
"Aquello que entendemos y amamos, nos ama y nos entiende también. Yo ya no era yo, era otro, y precisamente por eso otra vez yo. A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe".

1 comentario:

  1. A partir de este momento puedes contarme entre tus más incondicionales seguidores, querido amigo.
    Enhorabuena por tu blog.

    Eusebio

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