"A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer, que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe." Robert Walser

lunes, 5 de marzo de 2012

Sobre el informe de la RAE


En vísperas de la Semana Internacional de la Mujer, la Real Academia Española ha hecho público un informe donde arremete contra las guías de lenguaje no sexista que se han venido publicando desde hace unos años a esta parte. El documento, titulado 'Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer', viene firmado por Ignacio Bosque, quien ocupa la letra 't' en la Academia, y apoyado por otros veintiséis miembros de los cuarenta y seis que son en total. Como es natural, no han tardado en escucharse las voces contrarias que achacan esta actitud a la composición eminentemente masculina -solo cinco mujeres- de tan alto organismo. Lo cierto es que, independientemente de la intención de la RAE, el informe no acierta en fondo ni forma.

El principal argumento que se esgrime para criticar las guías de lenguaje no sexista es el siguiente: para éstas, no diferenciar entre sexo y género en el habla constituye un acto de sexismo pues lo que no se nombra es invisible, algo que la Academia considera "insostenible". Su postura es la de situarse en favor de la igualdad entre sexos pero sin tocar el lenguaje, ya que, entre otras salvedades "los textos a los que me refiero contienen recomendaciones que contravienen no solo normas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias, sino también de varias gramáticas normativas, así como de numerosas guías de estilo elaboradas en los últimos años por muy diversos medios de comunicación". Decía un compañero que la RAE parecía utilizar su posición de adalid lingüístico español para legitimarse, como si de sus palabras se extrajera la ortodoxia, algo que por sí mismos se encargan de poner en evidencia. El problema es considerar que lo ajeno a la ortodoxia es la herejía, como si todo lo que no estuviera dentro de aquélla no fuera permitido.

Se trata de una problemática que viene de lejos porque un sector de la sociedad cada vez más numeroso considera que el lenguaje es una fuente real de discriminación hacia las mujeres, y de ninguna manera se les puede negar la razón. En una sociedad patriarcal como la nuestra el habla es un aspecto más de las manifestaciones de desigualdad: los salarios en función del sexo, la violencia creciente por parte de los hombres hacia las mujeres o la distinta distribución de la tareas del hogar (por cierto, argumentos recogidos en el informe y reconocidos como elementos de distinción) son otros ejemplos. Pero hay distintos modos de abordar un tema que hiere tantas sensibilidades como este, y desde luego afirmar que "si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar", no es una buena forma de empezar. Aunque existe una notable cantidad de mujeres que piensa que en efecto sería complicado referirse constantemente a mujeres y hombres, antes que negar el sexismo en el lenguaje seguramente resultaría más productivo plantear técnicas alternativas -un género común, un género predominante en función de cuántas personas de un sexo sean referidas en ese momento y un largo etcétera- y con seguridad sería más respetuoso para todxs.

El dominio del masculino, sea una cuestión de economía lingüística o no, es una realidad incontestable. La tradición juega uno de los papeles más importantes en la legitimación de las costumbres -el patriarcado lo es, la hegemonía masculina en el lenguaje lo es- y ello es algo que se hace patente en la estructura misma de la Real Academia Española, conque se antoja difícil que su actitud sorprenda con un asunto de este carácter. Sin embargo, se viene haciendo necesario un cambio que haga más ecuánime el trato a las dos sexos que habitamos el mundo, e idear formas que, permitiendo la economía lingüística, también se muestren más justas con todos. 

El discurso de la RAE se percibe como reaccionario y, aunque la tradición pesa indudablemente, la legitimidad también procede de los actos. 

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