"A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer, que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe." Robert Walser

martes, 20 de marzo de 2012

Entrevista a Miquel Amorós


Miquel Amorós es un historiador valenciano, autor de libros como 'Durruti en la laberinto' o 'Perspectivas antidesarrollistas' y aquí me concedió una entrevista para el Curso de Especialista en Información Internacional y Países del Sur.

 
   1) Una de las causas del descenso de la contestación social ha sido la disolución de las clases a través de la automatización y el progreso, sin embargo parece que en Italia se está moviendo algo interesante, ¿cómo ve esta agitación de un sector de la sociedad italiana?

El proceso de desclasamiento y masificación se produce al colonizar la mercancía la vida cotidiana, es decir, al constituir la actividad fuera del trabajo un mercado, o como diría Camatte, al suceder al dominio formal del capital en la sociedad su dominio real. El conflicto entre clases queda integrado y superado, por lo que su función disolvente resulta negada. Las clases pulverizadas y domesticadas pasan a formar parte del sistema. Lo que ahora esta sucediendo con más o menos intensidad en Italia y en toda Europa, es que las consecuencias negativas de la especulación financiera y el despilfarro administrativo, fundamentos de la prosperidad de masas en el último periodo capitalista, recaen sobre aquellas. Esto provoca dos reacciones bien diferenciadas: en la masa desclasada surgen voces que reivindican pacíficamente una política más independiente del mercado y unas finanzas controladas por el Estado; en los excluidos y desertores del sistema emerge un rechazo violento de las reglas del juego de la sociedad capitalista, reflejo del vandalismo civilizado con que a diario ella les obsequia. Ejemplos de la primera son los movimientos de los indignados; de la segunda son las manifestaciones griegas, las revueltas de agosto pasado en la periferia de Londres y la algarada del 15 de octubre en Roma. Ambas son indicio de que la base social que sostenía el sistema se está desmoronando, o sea, de que la crisis económica ha desembocado en una crisis social. Dicha crisis no es lo suficientemente intensa para escindir la sociedad en dos bandos generando así un conflicto social de envergadura, y por consiguiente las alternativas se decantan hacia un reformismo imposible, al cual replica un nihilismo sin horizontes.
     
   2) Impuesta desde los países autodenominados 'desarrollados', la idea del desarrollo entendido como un progreso de la técnica que solucionará todos los problemas sociales se ha convertido en la religión mayoritaria de nuestra época, ¿cuál cree que son las consecuencias de este fenómeno y cómo afecta dicha cosmovisión a las sociedades 'en vías de desarrollo'?

En efecto, el desarrollismo es la ideología dominante, que no es más que la formulación contemporánea de la idea burguesa de Progreso, cuyos dogmas nos trasmiten los dirigentes. Las consecuencias hace tiempo que se están dejando sentir: explosión demográfica, urbanización desbocada, destrucción del territorio, contaminación, cambio climático, nuclearización, multiplicación de las diferencias sociales, anomia... El desarrollismo productivo es eminentemente destructivo. El mundo se mide de acuerdo con el estándar de vida norteamericano, por lo que, aquellos países que no lo alcancen se consideran, en la medida en que la cosmovisión tradicional no desarrollista no haya sido completamente erradicada, o bien “subdesarrollados”, o bien “en vías de desarrollo.” Éstos últimos son aquellos cuya clase dirigente ha interiorizado la mentalidad capitalista (o como dicen otros, “se ha occidentalizado”), decidiendo hipotecar los recursos nacionales y empobrecer a sus habitantes contrayendo enormes deudas, resultado de ajustes estructurales y planes de desarrollo dictados por instancias internacionales tales como el FMI, la OMC, la Banca Mundial o la propia OCDE. En la actualidad, todos esos planes hacen referencia a un “desarrollo sostenible”, eufemismo con el que se define un desarrollo que incorpora al mercado el deterioro medioambiental. La cosmovisión dominante no es pues diferente a la colonial. El desarrollismo tercermundista –o “del Sur”, en lenguaje políticamente correcto- defiende los intereses del mundo “desarrollado”, o sea, “del Norte” y, paradójicamente, puesto que sus intenciones declaradas son otras, contribuye a su apuntalamiento.
      
   3) La Cooperación Internacional para el Desarrollo, entre otros, trata de impulsar a estos países en la línea de crecimiento pautada precisamente por los Estados ricos, ¿que opinión le merece esto?

La “cooperación internacional” trata de mercantilizar en “el Sur” cualquier actividad, forjando a la vez una dependencia tecnológica y liquidando de paso culturas vernáculas y prácticas sociales que escapan a la economía. Intenta imponer el modelo sociocultural de “Occidente”, perjudicial para la población no integrada en el mercado global. Los países “desarrollados”, a través de programas de “ayuda” y “cooperación”, destruyen el tejido social que podría dificultar la mercantilización, es decir, que trabara la generalización de conductas típicas del homo economicus, el mismo tejido que capacita para el autogobierno, con el objeto de vender a una población sometida y manipulada un paquete modernizador que comprende el parlamentarismo oligárquico, la partitocracia, la cultura espectáculo, el embrutecedor sistema educativo o la sanidad burocratizada. Un cooperante experto diría en cambio que se está trabajando en la construcción “de un marco cultural e institucional para el desarrollo de los mercados.”
  
   4) Supongamos que los países ricos anhelan realmente que las sociedades menos económicamente favorecidas crezcan y terminen equiparándose con ellos económica y tecno-científicamente, ¿es posible la vida en un planeta donde el nivel de gasto y de consumo medio sea, pongamos por caso, semejante al de una potencia media como España?

Yo, abusando de la formulación de Marx, en lugar de ricos, hablaría de países donde reinan las condiciones modernas de la producción deslocalizada, o sea, países de capitalismo intensivo. Los demás son, más que pobres, países de capitalismo extensivo. Es necesario para la supervivencia de los primeros, que los segundos progresen en la capitalización, puesto que su “demanda” es ahora el motor de la economía mundializada. Pero por otra parte dicha progresión es nefasta desde el punto de vista ecológico puesto que incrementa la producción de gases con efecto invernadero, agota recursos, acumula basuras, suburbaniza, contamina y, en fin, destruye el planeta. A corto plazo desemboca en una degradación insoportable de la vida para las tres cuartas partes de la población mundial y en un aumento inaudito de las desigualdades sociales.

   5) Desde una perspectiva decrecentista, se lamenta que la Cooperación Internacional para el Desarrollo se haya reducido en los últimos quince años un 25% y se celebra que ciento cincuenta millones de personas se hayan incorporado al consumo en la última década (hago referencia al último editorial de Ignacio Ramonet), ¿cómo se aprecian estos mismos acontecimientos desde una lógica antidesarrollista?

No sé hasta qué punto los decrecentistas hacen suyas las editoriales de Ramonet más allá del estatismo que les es común. Pero en lo relativo a la “cooperación” desarrollista, la tendencia actual consiste en implicar más al capital privado multinacional –por ejemplo, mediante la esponsorización- y menos al público, ya que los Estados están peligrosamente endeudados. Las retiradas de fondos coincide por otra parte con la presencia creciente de las ONGs, que de una u otra forma reemplazan a los Estados como agentes de la mercantilización. El objetivo final de tanta caridad exportada no es la preservación del medio o la erradicación de la pobreza, sino la preservación del desarrollo y la erradicación de las resistencias. La oligarquía financiera mundial cree que la realización de tal objetivo es más segura a largo plazo en un marco político y empresarial semejante al que existe en “el Norte” neocolonialista, que en una dictadura militar o un régimen caudillista.

   6) Sin embargo, es lógico, comprensible y deseable que se pongan medios para paliar las necesidades humanas allí donde se produzcan, ¿cuál sería, bajo su punto de vista, la mejor forma de paliar los problemas que afectan a las sociedades en vías de desarrollo?

Para Simone Weil el problema fundamental consistía en desenredar la madeja de lazos que unían a la opresión social con el avance de las relaciones del hombre con la naturaleza, avance que la ciencia y la tecnología al servicio de la economía habían hecho posible. A mi modo de ver, la solución no es otra que salir del desarrollo, negando el dominio que ejerce la economía autónoma sobre la sociedad. Apartarse de la vía capitalista: el capitalismo es un fenómeno relativamente reciente, tiene apenas doscientos años, pocos más que la idea de Progreso; a la humanidad no le ha ido peor unos miles de años sin ambos. Eso significa reconstruir la sociedad desde abajo y desde lo local, desde el autogobierno y la ética, en base a relaciones sociales directas y comunales, no mediatizadas por dinero ni guiadas por el beneficio económico, sino orientadas hacia la satisfacción de necesidades reales. Habrá que poner en marcha un proceso de desurbanización, desestatización y descapitalización de vasto alcance, seguramente favorecido por un previsible colapso de la sociedad capitalista, consecuencia de la irresoluble contradicción entre la disposición de recursos limitados y el consumo ilimitado de los mismos exigido por su imparable necesidad de crecer. Ni la ciencia ni la tecnología, evolucionando en la dirección marcada por el desarrollismo, podrán remediarlo. Tendremos que renunciar a buena parte de sus “logros” en la medida en que reproduzcan condiciones opresivas y por consiguiente sean incompatibles con la libertad, poniendo el resto al servicio de una sociedad humana liberada. Iván Illich ha formulado la conclusión muy ponderadamente: “Debemos edificar una sociedad post-industrial de tal manera que el ejercicio de la creatividad de una persona nunca imponga a los demás un trabajo, un saber o un tipo de consumo obligatorio.”

viernes, 16 de marzo de 2012

La agonía del Sector Público en España


La privatización de la empresa pública en España comenzó hace treinta años. Fue concretamente a partir de 1984, con el PSOE gobernando con mayoría absoluta, cuando empezó a producirse la desinversión en el espectro empresarial estatal, aunque todavía era pronto para hablar de una manifiesta estrategia de privatización. En 1989, todavía con los socialistas en el Ejecutivo, la profesora Zulima Fernández publicó un estudio en el que se leía: "Las medidas de fomento de la competencia está provocadas, al menos parcialmente, por la incorporación a la CEE". En efecto, lo que en aquel momento fue una serie de medidas destinadas a cumplir con los objetivos macroeconómicos dictados desde Europa para formar el incipiente Mercado Único, tardaron unos años más en responder a cuestiones ideológicas y a necesidades económicas -una de las más importantes, el equilibrio presupuestario gracias a los beneficios reportados por las empresas privatizadas-. Esta primera etapa de "racionalización organizativa" (término adoptado por José María Serrano) que se extendería hasta principios de los noventa,  por un lado dio lugar a la creación de holdings como Repsol o Argentaria para agilizar su presencia en el mercado y, por otro, provocó la privatización tanto de empresas que no resultaban viables en el ámbito público (Seat) como de empresas donde la presencia de Estado era poco menos que inexplicable (Viajes Marsans). Simultáneamente, los activos de algunas empresas (Repsol,Argentaria) fueron sacados a Bolsa para estimular su rendimiento en el mercado. 

1995 es una fecha clave para entender este proceso: se suprimieron el Instituto Nacional de Industria (INI) y el Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH), de forma que el entramado empresarial público quedaba dividido en dos. De una parte  teníamos a la Agencia Industrial del Estado, que incorporaría a las empresas con dificultades para subsistir sin la financiación estatal; y de otra la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que se hizo cargo de las empresas del Teneo, aquellas que resultaban viables dentro del INI. Este último, unido al Ministerio de Fomento, fueron los encargados de fomentar la privatización empresarial en España a partir de entonces, promoviendo la desinversión pública y facilitando la competitividad. 

Hasta este momento el fenómeno de adelgazamiento del Sector Público también se conocía como "privatización silenciosa" (profesor Álvaro Cuervo) debido a que respondería a exigencias tecnológicas y estratégicas para el desarrollo de las distintas empresas. Recordemos además que la Administración, a través del Fondo de Garantía de Depósitos, se hizo cargo de los bancos en crisis (también de los activos procedentes de la expropiación de Rumasa). Sin embargo, en 1996 llega al poder un partido con una clara disposición mercantilista y se profundiza en la privatización mediante la puesta a la venta de los paquetes finales de Repsol Telefónica, Argentaria o Endesa. El proceso ya no fue 'silencioso' nunca más. 

En una tendencia que no ha hecho más que agudizarse en la última década, esta mañana la Agencia EFE da a conocer lo siguiente:

"El Consejo de ministros aprobará hoy un plan de reestructuración y racionalización del sector público empresarial que incluirá la extinción de 27 sociedades mercantiles estatales (...) El plan afectará a corto plazo a un total de 49 empresas, el 35 por ciento de las 140 existentes, ya que además de suprimir 27, se agilizarán procesos de liquidación ya iniciados de 14 sociedades y se desinvertirá en otras ocho empresas."*

Las Sociedades Mercantiles Estatales que va a 'reestructurar' el Consejo de ministros son aquellas en las que la pariticipación, directa o indirecta, de los entes del Sector Público en su capital social son mayores al 50%. La lógica neoliberalizadora sigue su curso con el camino bien despejado.


martes, 13 de marzo de 2012

La nouvelle Hollywood



Después del éxito de ‘The Artist’ y de la buena acogida que han tenido películas como ‘Un dios salvaje’ uno podría pensar que estamos en el año del cine francés, sin embargo sería más acertado decir que quien ha triunfado es el cine de Hollywood hecho en Francia. Basada en una historia real, ‘Intocable’ pertenece a esta raza de películas gracias a ese aire de comedia dramática que tan buen resultado dio con ‘Pequeña Miss Sunshine’. A pesar de ello, ‘Intocable’ se acerca más a ‘Esencia de mujer’ o ‘El discurso del rey’ gracias a la relación de sus dos protagonistas: hay una línea temporal que une a Al Pacino, a Colin Firth y a François Cluzet (Philippe, el tetrapléjico); de la misma forma que existe otra que liga a Chris O’Donnell con Geoffrey Rush y Omar Sy (Driss, su asistente). Aunque vemos la cinta a través de los ojos y de la vida de este último, la película es la historia de un vínculo, un relato de amistad. Por eso, cuando se muestra el barrio deprimido del que procede Driss no nos parece estar viendo ‘La Haine’; y por eso, aunque vemos la circunstancia diaria a la que se enfrenta un tetrapléjico, nunca tenemos la sensación de estar ante ‘Mar adentro’. Esta impresión se fortalece gracias a los dos ejes de humor que mantienen el tono distendido de la narración. El primero se lo debemos al choque cultural entre Philippe, un sofisticado burgués blanco incapaz de valerse por sí mismo, y Driss, un joven negro encantadoramente torpe y procedente de un universo antagónico. De la adaptación de éste a su nuevo entorno procede el segundo foco de humor: la frivolidad sobre la condición del incapacitado, que se desdramatiza a medida que se suceden los chistes de Driss. Su relación supera la funcionalidad y llega a una necesidad espiritual cuando Philippe, sumido en una depresión, es afeitado a lo Hitler por su compañero mientras bromea: “No me diga que no le apetece invadir algún país”, un homenaje a aquel Woody Allen saliendo de la ópera en ‘Misterioso asesinato en Manhattan’. Los creadores Olivier Nakache y Eric Toledano, cuyas carreras estuvieron siempre ligadas, han conseguido una emotiva comedia o, si se prefiere, un divertido drama francés que reproduce algunos elementos más propios del cine americano. Atrás han quedado Jean Vigo, Truffaut o Bresson; ahora las películas francesas admiten esa escena de varios minutos en la que se suceden situaciones divertidas acompañadas de un dinámico fondo musical y sus protagonistas recuerdan a Dustin Hoffman y a Will Smith.    

jueves, 8 de marzo de 2012

¿Izquierda hundida o izquierda acierta?


Ayer, 7 de marzo de 2012, echó a andar un nuevo partido: Izquierda Abierta. En la Fundación Abogados de Atocha, donde se celebró el acto de presentación, Montserrat Muñoz, Antonio Cortés, Luis García Montero y sobre todo Gaspar Llamazares, fueron los rostros visibles y serán los que conformen su comisión promotora hasta que se constituya una asamblea constitutiva (presumiblemente para verano). El nuevo partido supone la cuarta formación dentro de Izquierda Unida junto a Izquierda Republicana, el Partido Comunista  y el Colectivo de Unidad de los Trabajadores (CUT). Hasta aquí los datos.

Vivimos tiempos convulsos: el capitalismo agoniza pero no acaba de expirar. Entretanto, el paro masivo asola la civilización industrial y los remedios aplicados no son sino agravantes de la precariedad. Frente a esto, el año pasado se generaron a nivel mundial movimientos de contestación para mostrar la repulsa frente a un Sistema teóricamente en decadencia, aunque ha demostrado cumplir con los intereses para los que está diseñado: mantener la estructura de poder y la lógica de dominación. Transcurrido casi un año y después de manifestar la intención de no constituirse en partido político, aparece en España Izquierda Abierta, una formación que surge esencialmente por dos motivos: las desavenencias entre sus integrantes y un sector del Partido Comunista y la intención de canalizar las prerrogativas de los movimientos citados. El primero no requiere mayor análisis, por contra, el segundo responde a la manifiesta incapacidad de Izquierda Unida de asimilar las demandas sociales, además de su indolencia ante la progresiva pérdida de elementos democráticos en favor del entramado económico y político -lacra que, por otra parte, es común a todos y cada uno-. En palabras de Llamazares: "Sin querer patrimonializar nada, no somos ellos ni queremos serlo, somos parte de ellos, hay que organizarlo a su manera, no a la nuestra."

Amén de si Izquierda Abierta consigue hacerse fuerte, primero dentro de su propia coalición y después a nivel estatal, no sería extraño que finalmente incorporaran algunas de las ideas que se exigieron en la calle. El problema es que éstas no ponen de ninguna forma en cuestión el Sistema, ni en su vertiente productiva ni mucho menos en la política. Como dice Miguel Amorós: "Nada de cambiar la condición de asalariado, votante, automovilista e hipotecado, sino preservarla -si eso es posible- con empleo estable, reformas electorales y salario suficiente." Esto es fruto de los efectos que el capitalismo ha ejercido sobre la estructura social a lo largo de la historia: si en sus albores la principal consecuencia fue la creación del proletariado, en su etapa madura éste se ha convertido necesariamente en masa. Prosiguiendo con la tesis de Amorós, la diferencia entre ellas es que las masas no son capaces de emanciparse y pasan a integrarse en la base de la lógica de dominio, creándose de esta forma una conciencia 'ciudadanista' que aspira al logro de lo que hemos señalado en el entrecomillado.

Por estas razones Izquierda Abierta tiene una oportunidad de integrar en el espectro político parlamentario las reivindicaciones que un año atrás tomaron vida a través de los movimientos populares -de hecho este carácter abierto se pone de manifiesto en su web, donde vemos destacada una sección de propuestas-. Ambos fenómenos son parte del Sistema y solo el tiempo dirá si el nuevo partido es capaz de hundirse o acertar.

lunes, 5 de marzo de 2012

Sobre el informe de la RAE


En vísperas de la Semana Internacional de la Mujer, la Real Academia Española ha hecho público un informe donde arremete contra las guías de lenguaje no sexista que se han venido publicando desde hace unos años a esta parte. El documento, titulado 'Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer', viene firmado por Ignacio Bosque, quien ocupa la letra 't' en la Academia, y apoyado por otros veintiséis miembros de los cuarenta y seis que son en total. Como es natural, no han tardado en escucharse las voces contrarias que achacan esta actitud a la composición eminentemente masculina -solo cinco mujeres- de tan alto organismo. Lo cierto es que, independientemente de la intención de la RAE, el informe no acierta en fondo ni forma.

El principal argumento que se esgrime para criticar las guías de lenguaje no sexista es el siguiente: para éstas, no diferenciar entre sexo y género en el habla constituye un acto de sexismo pues lo que no se nombra es invisible, algo que la Academia considera "insostenible". Su postura es la de situarse en favor de la igualdad entre sexos pero sin tocar el lenguaje, ya que, entre otras salvedades "los textos a los que me refiero contienen recomendaciones que contravienen no solo normas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias, sino también de varias gramáticas normativas, así como de numerosas guías de estilo elaboradas en los últimos años por muy diversos medios de comunicación". Decía un compañero que la RAE parecía utilizar su posición de adalid lingüístico español para legitimarse, como si de sus palabras se extrajera la ortodoxia, algo que por sí mismos se encargan de poner en evidencia. El problema es considerar que lo ajeno a la ortodoxia es la herejía, como si todo lo que no estuviera dentro de aquélla no fuera permitido.

Se trata de una problemática que viene de lejos porque un sector de la sociedad cada vez más numeroso considera que el lenguaje es una fuente real de discriminación hacia las mujeres, y de ninguna manera se les puede negar la razón. En una sociedad patriarcal como la nuestra el habla es un aspecto más de las manifestaciones de desigualdad: los salarios en función del sexo, la violencia creciente por parte de los hombres hacia las mujeres o la distinta distribución de la tareas del hogar (por cierto, argumentos recogidos en el informe y reconocidos como elementos de distinción) son otros ejemplos. Pero hay distintos modos de abordar un tema que hiere tantas sensibilidades como este, y desde luego afirmar que "si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar", no es una buena forma de empezar. Aunque existe una notable cantidad de mujeres que piensa que en efecto sería complicado referirse constantemente a mujeres y hombres, antes que negar el sexismo en el lenguaje seguramente resultaría más productivo plantear técnicas alternativas -un género común, un género predominante en función de cuántas personas de un sexo sean referidas en ese momento y un largo etcétera- y con seguridad sería más respetuoso para todxs.

El dominio del masculino, sea una cuestión de economía lingüística o no, es una realidad incontestable. La tradición juega uno de los papeles más importantes en la legitimación de las costumbres -el patriarcado lo es, la hegemonía masculina en el lenguaje lo es- y ello es algo que se hace patente en la estructura misma de la Real Academia Española, conque se antoja difícil que su actitud sorprenda con un asunto de este carácter. Sin embargo, se viene haciendo necesario un cambio que haga más ecuánime el trato a las dos sexos que habitamos el mundo, e idear formas que, permitiendo la economía lingüística, también se muestren más justas con todos. 

El discurso de la RAE se percibe como reaccionario y, aunque la tradición pesa indudablemente, la legitimidad también procede de los actos. 

sábado, 3 de marzo de 2012

El patente encanto de Luis Buñuel


Luis Buñuel, en el buen sentido, esconde varias caras, cualidad que se hace patente considerando el trío de países donde ha desarrollado su obra: España, México y Francia. Esto se debe a lo ajetreado de su biografía. Nacido en Teruel, pasó la parte más importante de su juventud en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoció, entre otros, a Federico García Lorca y a Salvador Dalí. Con el estallido de la Guerra Civil en España, se vió obligado a escapar debido a su manifiesto republicanismo, huyendo primero a París y después a Nueva York, donde trabajaría por un tiempo en el MOMA antes de trasladarse a México. Fue en este país centroamericano donde desarrollaría la mayor parte de su genio. El Buñuel mexicano fue un creador apasionado, obligado a hacer películas sin apenas presupuesto. Y lo consiguió. Algunos de sus principales trabajos pertenecen esta época, destacando por encima del resto Los olvidados y El ángel exterminador, obras cumbres en sus respectivos géneros. La primera es un contundente drama social centrado en la infancia y la adolescencia en ambientes marginales, mientras que la segunda es una crítica feroz contra la burguesía: Buñuel los encerró hábilmente en la habitación principal de una lujosa mansión de la que no pueden salir. A partir de ese momento los acaudalados huéspedes comienzan a mostrar comportamientos destructivos. La metáfora es evidente.

La burguesía juega un papel clave en la filmografía del autor aragonés. François Truffaut, compañero de profesión, dijo que Buñuel pensaba que el público es imbécil pero que la vida es divertida, que hizo las películas pensando en gustar a sus amigos. De ser así, el suyo debió ser un entorno insistentemente antiburgués, porque para arremeter contra esta clase social desplegó un hiriente humor negro que puso en evidencia sus miserias. Se trata de un ejercicio de caricaturización parecido al que realiza con el clero. Desde los amantes de La edad de oro hasta el caballeroso Mathieu en Ese oscuro objeto de deseo, la burguesía está presente siempre recubierta de una significación negativa. Y éste es un espíritu que un actor ha sabido encarnar muy por encima de los demás: si Ingmar Bergman tuvo su Max von Sydow, Buñuel ha tenido su Fernando Rey. Su aspecto de intelectual adinerado, de los que fuma en pipa y lee el periódico envuelto en batas de cachemira, le ha conferido el aspecto prototípico del noble entrado en años que precisaba don Luis –como le llamaban los que llegaron a conocerlo. El buen gusto del director aragonés lo llevó a rodearse de actores y actrices de gran envergadura como Francisco Rabal, Silvia Pinal o Catherine Deneuve.

El Buñuel francés es, en primer lugar, un artista que necesita expresar su talento. En el país galo es donde tiene la oportunidad de llevar a la pantalla Un perro andaluz, que no es más que la puesta en común de dos sueños que tuvieron Dalí y el propio Buñuel. El éxito del film llamó la atención del público y de los productores, que no habían visto nada igual, y le proporciona la notoriedad necesaria para poner en marcha La edad de oro, que a la postre sería la tercera o cuarta película sonora en Francia. La primera intención fue la de colaborar de nuevo con Dalí, sin embargo la fluidez con la que habían desarrollado el primer proyecto se evaporó y todo fueron disputas, conque decidieron separarse de forma amistosa. Buñuel sospecha que el motivo de este deterioro en su entendimiento vino motivado por Gala, la novia del pintor catalán y a la que el aragonés detestaba. Sea como fuere, la película vio la luz y el escándalo que generó fue tal que permitió a Buñuel hacerse un nombre entre el eminente grupo de surrealistas franceses. Después de las primeras proyecciones, La edad de oro estuvo prohibida en Francia hasta la década de los ochenta. Tras varias décadas de exilio en México volvió para retomar la línea que había marcado porque, en segundo lugar, el Buñuel francés es el surrealista. Aunque nunca había abandonado esta tendencia, fue en Francia donde manifestó esta tendencia de forma más evidente. El resultado se vio especialmente en La vía láctea, El discreto encanto de la burguesía y El fantasma de la libertad.

Buñuel, al hilo de lo anterior, pasa por ser uno de los directores que más ha proyectado sus sueños en la pantalla: desde el que dio vida a Un perro andaluz –donde una cuchilla de afeitar hendía un ojo hasta el pánico paralizante del actor que no conoce su texto momentos antes de salir a escena en El discreto encanto de la burguesía. No obstante, sus sueños apenas van acompañados de música, sus películas son 'sordas'. No recurre a la banda sonora como parte de un espectáculo, sino únicamente cuando se implica en la escena: el tenebroso sonido de los tambores de Calanda al final de Nazarín probablemente es el mejor ejemplo del papel que Buñuel concede a la música.  

España, sin embargo, no ha tratado especialmente bien a Luis Buñuel. Por una parte, desde joven deseó marcharse a conocer mundo –ambición que se hizo forzosa cuando estalló la Guerra Civil en 1936 y, por otra, aquí nunca le permitieron demostrar su talento; de hecho, cuando lo hizo con Las Hurdes (tierra sin pan) terminó fichado en los registros de la Guardia Civil como terrorista del buen gusto. De haberlo atrapado, esa consideración hubiera bastado para que el bando nacional lo fusilara. Con casi treinta años de exilio a sus espaldas, en 1961 regresó a su país natal para rodar Viridiana, una de sus obras punteras. En lugar de acoger calurosamente a un eminente embajador de la cultura española en el mundo –para muchos, uno de los mejores cineastas de la historia, Viridiana estuvo perseguida por la censura y no fue estrenada hasta 1977, a pesar de ser la única película ganadora de la Palma de Oro en Cannes. Dieciséis años de silencio para una de las mejores películas españolas, eso sí, considerada irreverente por las autoridades. No obstante, para regocijo patrio Buñuel aún legaría una película más de notable éxito: Tristana Ese oscuro objeto del deseo supuso, valga la redundancia, su último trabajo, y fue grabada en francés.

Cansado y medio sordo, decidió dedicarse a descansar después de grabar su última obra, donde, por cierto, Buñuel se vio obligado a hacer una ingeniosa triquiñuela para evitar suspender el rodaje: Carole Bouquet renunció al papel en medio de la grabación, con lo que el proyecto estuvo al borde del colapso por unos días, hasta que en una noche de bar a Buñuel se le ocurrió salvar la película introduciendo a Ángela Molina. De esta forma en la película se ve a las dos actrices interpretando a Conchita sin que el espectador note contratiempo alguno. El genio de Buñuel le permitía jugar así con las obras que hacía porque, como diría Bergman, cuando el cine no es documento, es sueño.