"A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer, que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe." Robert Walser

domingo, 3 de abril de 2016

En agradecimiento a Yann Arthus-Bertrand

 
   "Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por 
todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. 
Al final del día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas".
Vasili Grossman, Vida y destino

   En el universo imaginado por James Cameron, sus criaturas decían "Te veo" al avatar amado, palabras pronunciadas con la misma intención que nosotros nos decimos "Te quiero". Es un gesto ilustrativo, porque viene a recordarnos que no hay amor sin entendimiento, sin ir a lo fundamental, sin rescatar al otro de la indiferencia. Por ello, Simone Weil escribió, en La gravedad y la gracia, que "la creencia en la existencia de otros seres humanos como tales es amor". La pregunta que se nos plantea en una era en que nuestros caminos se cruzan a diario con los de cientos de personas es: nos miramos, es innegable, pero, ¿nos vemos?


   Yann Arthus-Bertrand, a sabiendas de la relevancia de la cuestión y de las probabilidades de responderla negativamente, ha venido a ofrecer un remedio. El documental Human, de cuatro horas y media de duración, nos sienta frente a cientos de personas que nos hablan de sí mismos, de sus vivencias, de sus trances y dichas, en fin: de su existencia en tal que seres humanos, al sabio decir de Weil. Un fondo negro unifica el escenario sobre el que se presentan parte de los 2.020 hombres y mujeres de toda edad, raza y religión que el equipo de Arthus-Bertrand ha entrevistado a lo largo de los últimos tres años. 
   
   Es preciso resaltar el ascetismo formal porque es uno de los elementos que permiten que el mensaje florezca límpido y urgente, a saber: somos uno, humani generis, según expliqué recientemente en Somos Parte, un blog amigo"Es adictivo escuchar al otro porque, en el fondo, eres tú el que habla, no es ningún otro: eres tú, tu historia, incluso en las historias más terribles eres tú quien habla", explica el propio Arthus-Bertrand¿No es el mismo mensaje de Pablo d'Ors, cuando insiste en que el gran hallazgo es entender que, en realidad, el otro es uno? ¿No nos llama por la misma senda Ramón Andrés al advertirnos frente a los peligros de la autorreferencialidad, un oneroso riesgo de nuestra época?   

   En última instancia, es un ejercicio de espejos en el que el espectador es interpelado y el protagonista es -ahora sí, inevitablemente- visto, y todo con el fin de resaltar lo esencial, los elementos comunes de los seres humanos de todas las generaciones: el miedo, la tristeza, la esperanza, la fe, el llanto, la alegría. ¿Es nueva la nostalgia del hogar que experimentan hoy los refugiados sirios o iraquíes de la que vivió Ulises durante dos décadas de regreso a Ítaca? ¿Varía un ápice el anhelo del rico y del pobre, o la indignación frente a la violencia de un palestino y un israelí que repudian el enfrentamiento entre sus pueblos?  



   Sin embargo, Arthus-Bertrand pretende que entendamos que la urgencia principal, la que viene preñada de trascendencia, es la de amarnos: "Todos tenemos necesidad de amor, de ser amados y de amar, simplemente", afirma el realizador francés. Es la palabra pronunciada tiempo ha por el Evangelio; el ¡Abrazaos, millones! con que Beethoven clamó en la Novena; el mismo sentir compasivo por todas las criaturas vivas proclamado por Buda; el grano que plantó Tolstói en su epístola a Gandhi, recuerden: "El amor es la aspiración de las almas a la comunión humana".   

   Human es, al fin, el Hojas de hierba de nuestro siglo: un democrático abrazo al inabarcable grupo que formamos la especie humana. Poniendo en plural el célebre verso de Whitman, decimos: "Somos inmensos, contenemos multitudes". Es ahí, en las hondas palabras del vate estadounidense, donde se mira y nos obliga a mirarnos Yann Arthus-Bertrand, feliz heraldo de nuestros días. Tan tristes, tan humanos.